Bonnin, Charles, Principios de administración pública, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, pp. 169-198.
http://books.google.com.mx/books?id=s9JyCfidFWQC&printsec=frontcover&dq=principios+de+administracion+publica&hl=es#v=onepage&q=principios%20de%20administracion%20publica&f=false
(Recuerden elaborar su cuadro con los países de América Latina)
Baena del Alcázar Mariano, Curso de Ciencia de la
Administración, Madrid, Tecnos, 2000, pp. 163-170.
V. LA ADMINISTRACIÓN EN LOS PAÍSES EN DESARROLLO
1. INTRODUCCIÓN
Los modelos administrativos de que se ha dado
cuenta en este capítulo influyen en todo el mundo por diversas razones. Una de
ellas consiste en la aceptación o quizá más bien adaptación histórica de uno de
esos modelos, como sucedió en el continente europeo después de la Revolución
francesa. Otra causa de influencia consiste en el prestigio que tienen las
grandes potencias. Por último la influencia puede provenir de que se trate del
modelo administrativo de la antigua potencia colonial, implantado pura y simplemente
en los países que han accedido recientemente a su independencia. No hay que
olvidar, sin embargo, que al mismo tiempo que se da la influencia citada existe
también una peculiaridad de la situación administrativa de cada país. En
definitiva, debido al carácter contingente de las Administraciones públicas
éstas se encuentran en una relación íntima con la situación económica, social y
cultural de las distintas naciones.
La afirmación anterior resulta ilustrada de un modo
particularmente interesante por el caso de las Administraciones de los países
en vías de desarrollo. En ellos se han intentado implantar los sistemas
administrativos occidentales, intento que ha fracasado rotundamente,[1][1] ya que estos países se encuentran en situación muy
distinta de las naciones donde se había originado el modelo. La implantación de
las estructuras administrativas, resultado de una racionalidad académica y
política,[2][2] choca fuertemente con la incertidumbre social,
económica y política que existe en los nuevos países, donde ni mucho menos se
ha alcanzado un desarrollo que permita la existencia de unas organizaciones
consolidadas.
En este campo se pasa de un optimismo ingenuo a una
situación mucho más matizada. En el clima de la posguerra de la Segunda Guerra
Mundial y sobre todo en la década de los sesenta, muchas veces con ayuda de los
programas de las Naciones Unidas, se intentará crear de nueva planta en los
países llegados a la independencia Administraciones muy parecidas a las
occidentales, que se estimaban entonces las únicas racionales y posibles.
Transcurridos unos años se ha advertido que se presentan ingentes dificultades
en la práctica para que arraiguen estas Administraciones. Por ello se ha
terminado por afirmar en un plano teórico, en correlación con lo sucedido en la
práctica, que la ciencia administrativa construida para Europa occidental no es
útil para los países en vías de desarrollo.[3][3]
Vamos a ver brevemente la situación general de la
Administración en estos países con un doble propósito. En primer lugar,
proporcionar alguna información sobre dichas Administraciones, que son la mayor
parte de las existentes en el planeta en este momento. En segundo lugar, lo que
es más importante para nuestro propósito científico, con objeto de comprobar la
contingencia de las Administraciones debida a su relación con el medio
correspondiente. No puede olvidarse, sin embargo, que la exposición que se va a
realizar constituye desde luego una generalización. Por supuesto las
diferencias son inmensas de unos países a otros.
2. LAS CONDICIONES GENERALES
Como regla general puede afirmarse que en los
países en vías de desarrollo se han implantado las Administraciones
occidentales, bien por importación de los modelos correspondientes como sucede
en la América española y portuguesa, bien por herencia colonial, como es el
caso de buena parte de los países de África y del mundo árabe. En ocasiones
esta herencia colonial se ha modificado, por lo que podrían hablarse de que
existe una situación renovada. Las diferencias entre los países son muy grandes
como antes se ha dicho porque cuando se trata de Estados de independencia
reciente la Administración está heredada de la época colonial. Con frecuencia
esto produce una reacción de rechazo al no adaptarse la organización
administrativa a la situación cultural del país. Pero ello no sucede en todos
los casos y cuando ocurre se plantea de modo peculiarmente distinto para cada
nación o grupo de naciones.
No obstante, pueden destacarse algunos factores
comunes a la situación de todos estos países. El primero de ellos consiste en
la desigualdad del desarrollo económico de los nuevos Estados en comparación
con las antiguas potencias coloniales. En los países de que se viene hablando
suele existir una gran pobreza, pues sus recursos naturales o están poco
explotados o se encuentran en manos extranjeras, especialmente si se trata de
las riquezas mineras, industriales y energéticas. No debe olvidarse como se
hace con frecuencia que éste no es el único factor a tener en cuenta.
En muchas ocasiones existe además un completo
subdesarrollo de la agricultura. El suelo apenas se explota o la explotación se
hace de forma completamente primitiva. En ocasiones todo ello da lugar a que el
dinero apenas desempeñe una función de unidad de cuenta y no sea verdaderamente
la manifestación o el signo de la riqueza nacional. A veces estos países están
organizados en grupos que tienen una moneda cuya relación se da con carácter
fijo respecto a la divisa de la antigua metrópoli.
Es claro que en estas condiciones nos encontramos
con que no existen en dichos países burguesías o clases medias que entren en
relación con las Administraciones públicas creando una compenetración entre el
Estado y la sociedad. Las burguesías o clases medias son en muchos de estos
países débiles o artificiales. Es bastaste normal que quienes se encuentren en
una situación remotamente análoga a los miembros de las clases medias en los
países de occidente sean precisamente los funcionarios por el hecho de serlo, y
casi únicamente ellos y algunos reducidos grupos de pequeños comerciantes. Es
decir, no existe una burguesía económicamente apta fuera de la propia función
pública.
Todo ello lleva en definitiva a un escaso
desarrollo del Estado, que no dispone de las estructuras adecuadas para que las
organizaciones funcionen ni siquiera medianamente bien. La hacienda no está
suficientemente organizada y el aparato administrativo para la recaudación de
los impuestos presenta innumerables deficiencias.
Las estructuras administrativas encargadas de
gestionar el comercio exterior y las relaciones económicas son débiles e
inexistentes. Se presentan dificultades incluso en materia de sanidad y
educación, por citar los dos campos de actividad que se cuidan más
especialmente por los nuevos Estados. Es frecuente que exista una completa
movilidad de los funcionarios, siguiendo el vaivén de las revoluciones y las
incidencias políticas. No es raro que para disponer de los recursos humanos
indispensables con la preparación adecuada sea preciso recurrir a la ayuda de las
organizaciones internacionales o de la antigua metrópoli.
En definitiva el Estado que existe en esos países
es un Estado en formación y con él su Administración pública. Dicho de otro
modo, lo que allí se llama Estado y Administración no coincide con lo que se
entiende por tales términos en los países de occidente. Nuestras estructuras
occidentales son el resultado de un lento proceso de desarrollo político y
económico, que no se ha dado en modo alguno en los países de que se habla.
Por lo demás esta falta de desarrollo económico y
social, necesario como requisito indispensable para que exista una
Administración moderna, va acompañada por un choque cultural[4][4] de la Administración que se intenta implantar con
la cultura de cada uno de estos países.
Desde luego todos los casos no son ni mucho menos
iguales. Así puede tratarse de naciones con una cultura propia relativamente
desarrollada, como sucede en los países musulmanes. Según el sistema que se
aplica en el Islam el Gobierno es una institución divina ya que el poder
proviene de Dios, mientras que la Administración es una institución humana que
puede ser organizada de modo diverso por quienes tienen el poder. La tradición
consiste en este punto en que hay una unidad de poder centrada en el
gobernante, pero al mismo tiempo se produce una amplia delegación en las
autoridades subordinadas, sobre todo en las territoriales, aunque dichas
autoridades dependan jerárquicamente del poder central. Por otra parte puede
afirmarse, aunque la afirmación debe hacerse en el contexto peculiar de que se
habla, que la Administración musulmana está sometida a derecho. Los gobernantes
y administradores están sujetos a la ley coránica y tienen en consecuencia una
responsabilidad. Puede decirse, por tanto, que en los países musulmanes hay una
tradición administrativa propia que se refiere al funcionamiento de los cuadros
de poder clásicos. Éstos pueden continuar existiendo según el modo tradicional,
aunque con adaptaciones. En cambio apenas existe una tradición administrativa fuerte
en los nuevos sectores en los que debe intervenir la Administración, como son
los correspondientes a las actividades económicas, sociales y culturales.
La situación es muy distinta en cambio en los
países que tienen una cultura tradicional poco desarrollada, como sucede en el
África sudsahariana.[5][5] En este caso la Administración se presenta ante
los ojos de los naturales del país ante todo como un fenómeno que tiene su
asiento y su origen en las ciudades, las cuales tienen a su vez origen en las
Administraciones coloniales. La cultura tradicional es la propia de la aldea.
En ella es extraordinariamente frecuente la ignorancia de la lengua de la
antigua potencia colonial al usarse idiomas tradicionales que a veces carecen
de escritura, por lo que apenas tienen valor las normas racionales escritas. El
significado cultural se asigna por el contrario a la tradición oral transmitida
por los ancianos y a la pertenencia a un colectivo que puede ser una raza, una
tribu o una familia, pero que en ocasiones se basa en vínculos de hermandad
entre grupos de personas según ritos o costumbres tradicionales.
El administrador moderno enviado a un centro rural
desde la ciudad y provisto de su bagaje de normas e instrucciones escritas se
instala en un mundo completamente ajeno a todas ellas y empieza por ser
rechazado por la población, ya que no pertenece a ninguno de los grupos
tradicionales. Ello sucede en el mejor de los casos, pues también es posible
que se le considere como un traidor al modo de vida tradicional, como un
tránsfuga desde la sociedad que venía existiendo en el país a los nuevos modos
de vida occidentales.
Hay que tener en cuenta el extraordinario valor que
se sigue otorgando en todos estos países a lo religioso y lo sagrado, situación
que se da desde luego en el Islam pero que existe también en las demás
naciones. Las convicciones y ritos religiosos son algo que a veces parece
desprestigiado, pero que conserva bastante fuerza y que se opone a la
racionalidad. En algunos estudios sobre el tema se ha citado el caso de
poblaciones que antes de hacer modernas obras de regadío insistían en celebrar
la ceremonia mágica tradicional de llamada de la lluvia. Este respeto a lo
religioso y lo sagrado es quizás mayor ahora en las últimas décadas ante la
frustración sobrevenida en estos países, ya que la independencia y la adopción
de los esquemas occidentales no siempre han resuelto ni mucho menos las
situaciones y los problemas que se daban en la sociedad tradicional.
LA SITUACIÓN EN LA PRÁCTICA
En estas condiciones la Administración pública de
los países de que se habla se debe contar con una dualidad social que se da en
los ámbitos antes citados (el Islam, Africa subsahariana) y también en América
latina.[6][6] Existe un grupo social que sigue las pautas y los
modos de vida occidentales. La Administración, creada por y para este grupo, a
veces se dedica sólo a él abandonando relativamente el resto de la sociedad.
Junto a dicho grupo pervive otro que continúa su tipo de vida tradicional. En
ocasiones este problema proviene de la herencia colonial, sobre todo en el caso
de África. Se ha convertido en un tópico distinguir respecto a los países
africanos entre el sistema de Administración directa y el de Administración
indirecta, distinción que 'ene en este caso un significado bien peculiar. La
Administración directa, practicada a veces por las antiguas potencias
coloniales, consistía en implantar unas estructuras administrativas formadas de
nueva planta e integradas por agentes públicos en su mayoría nacionales de la
potencia ocupante. No se llevaba a cabo ningún pacto con los poderes de hecho
que se daban en estas sociedades de cultura tradicional. Esto daba quizás una
mayor agilidad a la Administración, pero llevaba consigo el coste de un
aislamiento completo respecto a la sociedad. En la Administración indirecta en
cambio la organización creada de nuevo utilizaba las estructuras tradicionales,
pactando con los jefes de este tipo, sobre todo con los poderes locales. Así se
obtenía la lealtad de las personas y los grupos sociales, que seguían a sus
jefes de siempre, los cuales tenían un prestigio carismático y además se
preocupaban de la subsistencia de los grupos, aunque fuera, por ejemplo, al
nivel de una economía de caza de recolección. Es claro que esta Administración
indirecta tenía algunas ventajas respecto a la directa, pero en cambio
presentaba el inconveniente de que paralizaba por completo el desarrollo
económico y social. Las organizaciones modernas centrales se desentendían
plenamente de la vida de buena parte de la población y se daban por satisfechas
de que ésta conservase sus viejos hábitos sin progreso alguno.
Este esquema colonial ha sido heredado y en muchas
ocasiones aceptado por los nuevos Estados independientes. Los políticos de la
capital y los funcionarios a sus órdenes pactan frecuentemente con los jefes
locales tradicionales. En ocasiones esto viene impuesto por las dificultades de
comunicación, ya que no puede olvidarse que éstas son muy grandes por la
inmensa extensión de algunos países, los obstáculos naturales, y en la mayor
parte de los casos la falta de una red viaria capaz de enlazar debidamente las
poblaciones. En estos casos los jefes locales tradicionales aumentan su poder,
pues su fundamento carismático recibe además el respaldo oficial. Pero el
resultado suele ser que los jefes son los primeros interesados en que no se
produzca ningún desarrollo, pues si existiese correrían el peligro de perder su
poder. No es raro, sin embargo, que familiarmente se encuentren con una fuerte
contradicción. A, veces sus hijos, gracias a las nuevas posibilidades de
educación, tienen facilidades para ingresar en las elites que viven al modo
occidental de las que no disponen las demás personas, pero que les llevan a
romper con el modo de vida tradicional.[7][7]
El Estado y su Administración actúan en esta
situación que acaba de describirse y tienen que afrontar fuertes
contradicciones. Con frecuencia un partido único o un movimiento nacionalista
por razones políticas debe estimular al conjunto de la población. Es necesario
fundarse entonces en valores tradicionales que a veces contradicen la
racionalidad administrativa. Por otra parte, para impulsar el desarrollo de la
sociedad, crear organizaciones modernas y mejorar el nivel de vida es
imprescindible muchas veces una centralización administrativa que contradice el
fraccionamiento en razas, tribus, o regiones y que frustra o falsea el poder de
los jefes tradicionales. No es menos frecuente que el Estado y la
Administración deban actuar como árbitros de continuos conflictos sociales
entre unos grupos y otros, teniendo en cuenta a la vez la oposición entre el
grupo desarrollado en el sentido occidental y el que mantiene sus hábitos de
vida, así como el enfrentamiento de intereses que pueden existir en el seno de
aquel grupo desarrollado. Se trata de una situación relativamente normal en
América latina, salvo en los países más avanzados, pero que existe por todas
partes. El Estado debe tener en cuenta a sindicatos de trabajadores creados al
modo occidental que se enfrentan con los intereses de los empresarios
nacionales o extranjeros, pero al mismo tiempo no debe olvidar que a pocos
kilómetros de la capital existe otro modo de vida completamente distinto y que
quienes mantienen ese modo de vida están imbuidos de una mentalidad diferente y
sus intereses se plantean en planos completamente diversos.
Hay una tentación frecuente. Se trata del recurso a
las dictaduras, que movilizan la riqueza y el espíritu nacionales y que para
disponer de un aparato ágil frecuentemente comienzan por reformar la
Administración. Pero estas dictaduras suelen ser implacables con la oposición
política, condenada al exterminio, e ignoran normalmente los derechos humanos.
Cuando cae la dictadura se desprestigia toda la labor realizada y con ella la
reforma de la Administración, incluso si ésta se encontraba plenamente
justificada.
La consecuencia de todo ello es que sin perjuicio
de que ciertamente las Administraciones públicas sigan los modelos occidentales
de corte inglés o francés, la organización administrativa es siempre una
estructura formal que no coincide con el funcionamiento de la sociedad. La
constatación de este hecho ha dado lugar a que surja una rama de nuestro campo
científico que se dedica a la Administración comparada.[8][8] Al llevar a cabo dicho estudio se comprueba que en
los países en vías de desarrollo se dan desde luego los mismos datos formales
que en las naciones de occidente. Existe allí en cada país un parlamento, un
ejecutivo y unos tribunales. En la Administración pública hay funcionarios
profesionales, teóricamente sometidos a la ley, aunque a veces se deja en
suspenso esta profesionalidad de los funcionarios, especialmente en América
latina y se vuelve a un sistema de nombramiento político.
Pero la situación normal responde en líneas
generales a lo siguiente.[9][9] El cumplimiento de la ley tiene un carácter
completamente errático. El funcionario la maneja como instrumento de su poder y
puede esgrimirla frente a las pretensiones de quien solicita un documento, una
autorización o un servicio. Pero también puede tranquilamente dejar de aplicar
dicha ley sin que suceda nada en la práctica. En la realidad cotidiana no
existe una igualdad de todos ante el derecho y ante la Administración pública.
Las relaciones se basan en la pertenencia a los grupos, las razas y las hermandades,
y estas relaciones personales son auténticamente básicas. Pueden funcionar para
hacer posible que se cumpla la ley si ello conviene a los intereses del grupo,
pero también pueden utilizarse para burlar la ley si ello resulta más favorable
en un momento concreto. Sólo nuestros prejuicios occidentales pueden inducirnos
a ver este fenómeno con escándalo. Todo ello es muy normal de acuerdo con las
culturas tradicionales, pero como se trata del choque o impacto de estas
culturas con unos modelos occidentales artificiales e importados, en la
práctica es frecuente que exista lo que se llamaría en Europa o en los Estados
Unidos de América la corrupción y el nepotismo. No hay una diferencia clara
entre lo privado y lo público o al menos no siempre la tienen clara los
dirigentes políticos, que con frecuencia disponen de los recursos del país como
si se tratase de su propiedad privada, lo que repercute en fuertes dificultades
de la Administración de la hacienda y del patrimonio. Por último debe
destacarse que los fines políticos generales priman siempre sobre la
racionalidad concreta de las medidas administrativas, y que estos fines
políticos no pueden prescindir en muchos casos del trasfondo cultural de la
sociedad en cuestión.
Nada de lo que se ha dicho hasta ahora debe
interpretarse como una crítica fácil realizada desde una perspectiva
occidental. Al respecto es inmensa la responsabilidad de las antiguas potencias
coloniales, apenas preocupadas por el desarrollo económico del país (y sí sólo
por la más rápida y fructífera extracción de las riquezas) y que han creado
unas condiciones de vida que destruyeron o empobrecieron las antiguas culturas
sin desarrollar verdaderamente otras nuevas. Debe destacarse el gran esfuerzo
que están haciendo estos países jóvenes y poco desarrollados en materia de
sanidad y de educación, en unas condiciones muchas veces de extrema precariedad
por faltarles los técnicos indispensables. Por cierto que el mismo carácter
fructífero de este esfuerzo crea nuevos problemas y nuevas contradicciones. La
mejora de la sanidad está provocando un aumento de la población sin que aumente
al ritmo paralelo la riqueza. Las posibilidades de educación ofrecidas dan
lugar a que haya más personas cada vez con una formación que no siempre se
corresponde con las oportunidades profesionales que ofrece la sociedad.
Frente al conjunto de dilemas y problemas que se
derivan de la situación administrativa descrita se empiezan a apuntar posibles
soluciones, que en todo caso no han sido verdaderamente puestas en práctica,
pero que deben mencionarse al menos como puntos de vista teóricos. Una consiste
en mantener los sistemas administrativos importados de occidente pero
introduciendo en ellos muy importantes reajustes. Otra solución sugerida es la
del llamado desarrollo endógeno, es decir, la creación, de organizaciones
administrativas que sean acordes con la cultura y el modo de vida propios de
estos países51. No es posible pronunciarse sobre la viabilidad de dichas
propuestas, pero en todo caso tienen un significado claro. Se ha fracasado en
el intento de implantar en países de economía y cultura distintas las
Administraciones propias del occidente europeo. Ello demuestra la contingencia
de las Administraciones públicas y la íntima relación de éstas con las condiciones
de cada sociedad.
Véase
Bjur-Zamorrodian, “Théories indigenes de I'administration: une approche
internationale”, Revuee lnternationale des Sciences Administratives, n.° 4,
1986, pp. 489 ss.
[1][1] Salvo en el caso
del Japón, siempre excepcional, y que además no puede considerarse un país en
vías de desarrollo. Véase la obra Public
Administration in Japan, editada con motivo de la Mesa Redonda del
Instituto Internacional de Ciencias Administrativas celebrada en Tokio en 1982,
y los artículos sobre la Administración japonesa aparecidos en el volumen 2 de
1982 de la Revista Internacional de Ciencias Administrativas.
[2][2] Téngase en cuenta,
sin embargo, que, además de esta función de racionalidad, la Administración
cumple o puede cumplir en estos países otra de mito o mistificación. Es decir,
sin perjuicio del rechazo que provoca en la población con pautas culturales
distintas como se dice más abajo, los funcionarios tienen un prestigio mítico
como estructura oficial, aplicándose a dicha estructura en la conciencia de las
gentes el esquema (deformado) de los mitos tradicionales. Ello da lugar a otra
dualidad más de las que padecen estas Administraciones, como se destaca en las
páginas siguientes. Véase Illy, Mito y
realidad de la Administración pública en África, Educación, vol. 35,
Instituto Alemán de Colaboración Científica, Tubinga, 1986, pp. 31 ss.
[3][3] Véase Timsit, Le nouvel ordre économique international et r Administration publique,
Instituto Internacional de Ciencias Administrativas, Bruselas, 1983, p. 221.
Del mismo autor «Administration publique des pays en developpment et
environnement socio-culturel», Revue Frantcaise d' Administration Publique, n.°
7, julio-septiembre 1978,pp. 21 ss.
[4][4] Un interesante tratamiento del tema de las
relaciones entre Administración y cultura en Nigro,
Administración Pública moderna, trad. Esp., INAP, Madeid, 1981. pp. 82 ss.
Administración Pública moderna, trad. Esp., INAP, Madeid, 1981. pp. 82 ss.
[5][5] Sobre el África
sudsahariana, véase como obra más importante la ya clásica de Adu, The Civil Service in the new African States,
Londres, 1965, y las publicaciones de que dan cuenta los Cahiers africains d'
Administration Publique, editados por el Centro Africano de Administración
para el Desarrollo (CAFRAD), con sede en Tánger. En la bibliografía
relativamente reciente Adamolekun, Politics
and Administration in Nigeria, Londres, 1986.
[6][6] Sobre América
latina, véase por todos Kliksberg, Administración,
subdesarrollo y estrangulamiento tecnológico (Introducción al caso
latinoamericano), 2,a ed., Paidós, Buenos Aires, 1973.
[7][7] Sobre relaciones
entre educación y posibilidades de acceso a la función pública, Bola N'Totele
Bopendia, La burocracia zaireña,
Autorregulación y reclutamiento, Tesis doctoral inédita.
[8][8] El planteamiento es relativamente precoz en
la doctrina americana. Véase Toward the comparative study of Public
Administration, Indiana University Press, 1957.
Después se ha desarrollado una importante bibliografía para la que remito a McCurdy, Una bibliografía sobre Administración pública, trad. esp., INAP, Madrid, 1980. pp. 198 ss., y a los numerosos estudios aparecidos en la Public Administration Review (Washington). Con frecuencia esta bibliografía no se refiere tanto a los problemas administrativos de los países en vías de desarrollo cuanto a los planteados con motivo de la asistencia en materia de Administración pública. Particular importancia tienen dentro de esta corriente científica las obras de Riggs que se citan inmediatamente más abajo.
Después se ha desarrollado una importante bibliografía para la que remito a McCurdy, Una bibliografía sobre Administración pública, trad. esp., INAP, Madrid, 1980. pp. 198 ss., y a los numerosos estudios aparecidos en la Public Administration Review (Washington). Con frecuencia esta bibliografía no se refiere tanto a los problemas administrativos de los países en vías de desarrollo cuanto a los planteados con motivo de la asistencia en materia de Administración pública. Particular importancia tienen dentro de esta corriente científica las obras de Riggs que se citan inmediatamente más abajo.
[9][9] Se ha intentado
formalizar el estudio de esta situación por Riggs. The Ecology of Public Administration, Asia Publishing House, Nueva York, 1961, y sobre
todo Administration in developping
countries. The theory of
prismatic society,
Boston, 1965, donde se formaliza el llamado modelo «sala». Desde luego debe
mantenerse el valor relativo de estas teorías que, más que explicar la
situación de las Administraciones de los países en desarrollo, parecen
demostrar que sus autores no han comprendido que los esquemas administrativos
occidentales no pueden transponerse sin más a culturas distintas, precisamente
por la contingencia de la Administración que viene manteniéndose en esta obra.
Sobre el movimiento de Administración comparada, véanse los ensayos publicados
en el número 6 de la Public
Adminisfrafion Review (Washington), dedicado monográficamente al tema.
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